PAUL GAUGUIN

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Paul Gauguin, Nafea Faa Ipoipo

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domingo, 21 de mayo de 2017

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS - EL BOSCO

El Bosco es uno de los pintores más misteriosos de toda la historia del arte y no es fácil interpretar sus obras.

Podemos decir que la tabla izquierda significa la inocencia del hombre en el momento de la creación.

La tabla central podríamos definirla como un sueño erótico desenfrenado ya que la lujuria era considerada en la época como el origen de todos los demás pecados.

Esta entrega al erotismo la pagarán cara en la tabla de la derecha donde el infierno les espera. En esta pesadilla demonios y monstruos trabajan a destajo para infligir horrorosos tormentos a los condenados. Muchos animales tienen un significado oculto: el pájaro la libertad, el mono el placer sexual, el perro la fidelidad, etc.



Tríptico. Óleo sobre tabla

El Bosco utiliza un punto de vista muy alto (como si estuviésemos observando desde una torre) y así se ve mucho paisaje, el horizonte queda muy lejano. Los colores son muy variados y estridentes, lo que, junto con lo representado, acentúa la sensación de sueño fantástico que impregna todo.
La perspectiva se consigue empequeñeciendo lo que se encuentra lejos. Se hace hincapié en el movimiento de los personajes y en una representación realística de los mismos.
Algo muy típico de los pintores holandeses y flamencos del renacimiento es la minuciosidad en los detalles, hasta el punto de que con una lupa podríamos observar minúsculos detalles que a simple vista pasan desapercibidos.
En la tabla de la izquierda podemos ver el paraíso con Adán y Eva recién creados por Dios en medio de un jardín espectacular con animales variados, rocas fantasmales, flora original y una imaginativa fuente, la fuente de la vida.
En la tabla derecha se representa el infierno, los condenados, protagonistas de diversos pecados, sufren tormentos en medio de un paisaje desolado, en llamas, amenazante y lleno de seres horrendos que los devoran, aplastan y asesinan. 


En el centro se encuentra el hombre-árbol , quien , sin culo y con sus brazos en forma de troncos secos y sus manos como botes flotantes, contempla lo que sucede en sus entrañas. Sobre su cabeza un disco con demonios y sus víctimas en torno a una gaita. En el ángulo inferior derecho aparece Lucifer como un monstruo con cabeza de pájaro y pies de vasijas que engulle cuerpos para después defecarlos en un orinal desde donde caen a un pozo. En él el glotón (gula) es obligado a vomitar y un individuo defeca monedas (el dinero no sirve en el infierno). 
Al lado, la dama orgullosa (soberbia) se ve obligada a reflejar sus encantos en las nalgas de un diablo. En un lago los patinadores caen y se hunden. Encima, un caballero con armadura (ira) es atacado por una jauría. Puede tratarse también de sacrilegio pues se aferra a un cáliz de oro. Un tanque infernal. formado por dos orejas y un filo avanza sobre los condenados y los aplasta. Incluso los instrumentos musicales sirven de armas terribles para ejecutar a los malditos. Los personajes situados en primer término parecen condenados por el juego y las tabernas ya que portan dados, naipes y tableros de juego.
La tabla central nos muestra una complicada escena con cientos de personajes en actitudes “muy interesantes”. Observo: en un estanque circular un grupo de mujeres desnudas se da un baño y son contempladas por un numeroso grupo de jinetes también desnudos que cabalga alrededor. La escena es explícitamente sexual (montar un caballo es un símil de realizar el acto sexual) y los caballeros pretenden relación carnal con las damas (la más atrevida ya está saliendo del agua). El fondo está ocupado por unas imaginativas estructuras absolutamente fantasiosas y surrealistas.
En todo el paisaje vemos animales y frutos con tamaños desmesurados y hombres y mujeres, todos desnudos, entregándose febrilmente a todo tipo de placeres carnales. Fíjate bien en las posturas, actos, desviaciones sexuales, es muy divertido. La lujuria lo invade todo, no hay niños, sólo adultos muy pálidos con algún negro para contrastar.


Este es uno de los cuadros más visitados del Museo de El Prado aunque
 no sé si hay estadísticas al respecto. Siempre que voy al museo me paso una rato frente a esta tabla y siempre descubro cosas nuevas.
De composición tripartita, lo terminó de pintar El Bosco en el año 1504. 


martes, 2 de mayo de 2017

ROBERT DELAUNAY - UNA MUJER DESNUDA LEYENDO






"Mujer desnuda leyendo" (1920), Robert Delaunay. Museo Bellas Artes de Bilbao



En un texto clásico de comienzos del siglo XX, Guillaume Apollinaire señalaba que la pintura de Robert Delaunay (París, 1885 – Montpellier, 1941) se alejaba de la ortodoxia de Braque y de Picasso para introducir el color en el ámbito del Cubismo, algo que daba como resultado, en términos del poeta/teórico, el desarrollo del Orfismo

Junto a esos avances plásticos aportados por Robert, la aproximación que planteó su mujer Sonia Delaunay (Gradzihsk, 1885 – París, 1979) al mundo de la moda, de la ilustración de libros o la decoración de interiores se presentó también como un avance sumamente revolucionario.

Su capacidad para vincular la Alta cultura con el espacio de la vida cotidiana supuso, en gran medida, un adelanto con respecto a las preocupaciones que en los años veinte resaltaría la Bauhaus.

Estos dos lienzos, realizados en la misma época, resultan especialmente interesantes por haber sido pintados durante la estancia de la pareja en la Península Ibérica. 

En Mujer desnuda leyendo (1915-16), de Robert (perteneciente a una serie de 7 obras en las que se aborda el mismo motivo) se puede apreciar un vínculo claro entre la figuración y la abstracción, especialmente patente en el fondo azul y en el suelo de la habitación. 

 
Sonia Delaunay, Cantaora de flamenco, 1916

Esa misma relación se observa en Cantaora de flamenco, de Sonia (1916), en el que la abstracción fluye por toda la superficie del cuadro, a excepción del cuerpo y la cara de los personajes principales, que resultan vagamente reconocibles.


Texto de Javier Fuentes 


MEDIODÍA - EDWARD HOPPER



Edward Hopper, "Mediodía", pintado en 1949.

La mujer joven aparece en tacones altos y casi sin ropa. Deja entrever su cuerpo. Parte de su pecho se muestra desnudo y parece sentirse atraída por el sol, mira hacía arriba cómo cae sobre sus pechos. Como en tantas ocasiones, se adivina una estancia interior, puede que cerrada, casi a modo de prisión, y el exterior, luminoso y libre en dónde se nos presenta la figura femenina, como en un disfrute de ese espacio abierto que ofrece el horizonte y que semeja la libertad.

Ella está en el umbral pero parece indecisa de dejar atrás la oscuridad que se percibe que existe en su casa.




La mujer que ha pintado Hopper no descubre al enseñar sus pechos la desnudez física , sino la desnudez del espíritu y una gran soledad.

Se podría decir que la relación de Hopper con las mujeres se reduce única y exclusivamente a la presencia de Jo. La vida de este gran artista giró alrededor de la pintura y de su esposa Josephine.

Constituyó un mundo en el que trabajaba para transformar a la única mujer de su vida en todas las mujeres que iban apareciendo en sus lienzos. Y es que no podemos pasar por la obra de Hopper sin analizar la presencia de La Mujer en sus cuadros.

La pintura de Hopper es una pintura dual. Naturaleza y civilización, representación y construcción, autor y espectador, interior y exterior. 

Todos estos binomios forman una red semántica en la que la soledad o la incomunicación funcionan como nexos con nuestra propia experiencia. 

Hopper no plantea estos significados de forma explícita. Cualquiera que se ponga delante de uno de sus cuadros sentirá cosas. Quizás no sepa decir qué, pero es muy probable que algo dentro de sí mismo quiera establecer contacto. 

Con qué, tampoco podríamos decirlo. El efecto de las pinturas de Hopper es parecido al de la visita a lugares de la infancia, paisajes que no podemos recordar pero que dejaron cierta impronta en nuestra memoria: el equivalente pictórico de la magdalena de Proust. 

KURODA SEIKI - MAIKO



El cuadro lo pintó Kuroda en 1893 a su regreso a Japón. Después de tantos años fuera de su país y formado en la cultura occidental, quedó sorprendido con el mundo que encontró iniciando un viaje por el país en el que plasmaría con su técnica occidental, parte de aquellas costumbres orientales. 

Así surge este cuadro en el que pinta a una joven maiko, una aprendiz de geisha, ataviada con un colorido kimono ceñido con el ancho obi y bajo el cual asoma el nagajuban de color rojo como corresponde a una maiko.




Seguramente, la mujer que está a su lado es su maestra, su geisha mentora. Ambas charlan junto a un gran ventanal de la que debe ser su escuela u okiya, su hogar en el que permanecerá hasta que se convierta en una geisha.



Kuroda Seiki, (1866-1924), fue el seudónimo de un pintor japonés llamado realmente Kiyoteru Kuroda, un pintor famoso por haber introducido el modelo de pintura occidental en Japón rompiendo los moldes y reticencias existentes en la cultura pictórica nipona.

Hijo de un samurai, fue adoptado por su tío paterno, hombre muy relacionado con las esferas cercanas al emperador, recibiendo una buena formación académica y linguística que le permitiría marchar a Francia con diecisiete años a estudiar la carrera de Derecho. 

Aficionado a la pintura, entra en París en contacto con los pintores Hosui Yamamoto y Fuji Masazo, así como con el marchante y especialista en ukiyo-e,Tadamasa Hayashi, los cuales le intentan convencer de que deje los estudios de Derecho y se dedique a la pintura, lo que al final hará, entrando en el estudio de Rafhaël Collin, un joven pintor academicista vagamente influido por el impresionismo y formado por Bouguereau y Cabanel y que ya había tenido como alumno a Fuji Masazo. 

En 1890 conoce a la que será su mujer y modelo en muchas de sus obras, María Billault.

En 1893, después del exito obtenido con una de sus mejores obras - luego destruída- “Aseo matinal”, en el que representa a una muchacha desnuda, emprende el viaje a Japón con su obra bajo el brazo, encontrando un gran rechazo por parte de la sociedad nipona opuesta a la exhibición de desnudos en el arte.

En 1895 obtiene un gran exito con este mismo cuadro en una exposición en Kioto consiguiendo la admiración de muchos pintores japoneses seguidores en ese momento de la "Bijutsukai Meiji", un movimiento de pintores de estilo occidental en el que llegará a provocar la escisión formándose dos grupos de distinta tendencia o conservadurismo.

Con los años, su pintura es reconocida y superados los tabues existentes ocupa el puesto de director de la Universidad Nacional de Tokio de Bellas Artes y Música convirtiéndose posteriormente en pintor de la Corte Imperial. En 1922, es nombrado jefe de la Imperial Academia de Bellas Artes. y en 1923 galardonado con la Gran Cruz de la Legión de Honor.